Mis novelas editadas

lunes, 31 de mayo de 2010

Culpable VI

Una ligera desesperación abordó de nuevo a Felipe, pero apenas duró unos segundos. Su estado de ánimo era cambiante, inconcreto, porque no le daba tiempo a asumir todos los acontecimientos, que a su vez eran cambiantes también, y no parecían guardar correlación. Ridículo. Intentaba decidir si continuar con las preguntas o guardar silencio y resignarse. No obstante, la curiosidad superaba a la racionalidad.

- ¿Adónde vamos?

- A un campo de refugiados.

- ¿A un campo de refugiados?

El hombre de gris oscuro guardó silencio antes de proseguir, miró a su compañero, que era quien conducía. Luego miró el camino que se abría ante ellos, el desierto acababa, y Felipe daba gracias a Dios por ello, no sabía que en aquel lugar era preferible a los caminos cerrados entre vegetación y arroyos, que crecen por doquier después de las lluvias.

- La orden dice que debe ver con sus propios ojos las consecuencias de sus actuaciones.

- No entiendo qué tengo yo que ver con un campo de refugiados, jamás he tenido el más mínimo roce con este lugar… o sus gentes. Ni siquiera sé dónde estoy. También decía su orden que debía explicármelo todo.

- La orden se refiere únicamente a lo relacionado con las consecuencias de sus actuaciones.

- ¡Pero es que no sé de qué actuaciones me habla, no guardo la más mínima relación con todo esto! ¿Desierto, selva? Si nunca los he pisado.

Volvió la cara hacia la parte trasera del jeep. Allí había sido acomodado el hombre sin piernas. Los dos hombres le acompañaban también, y sujetaban la silla para que no se moviera con los baches del camino. El hombre tenía la mirada perdida. Salvo la interjección que soltó en su casa, no había vuelto a decir nada. Tampoco parecía escuchar, y si lo hacía, no comprendía, ni le daba la más mínima importancia. Tenía la expresión complaciente de quien ve el objetivo de su vida cogido entre sus dedos, el gesto de la justicia. O eso era lo que Felipe veía, pues aunque no era él el culpable de las acusaciones, era obvio que aquél hombre sin piernas comenzaba a sentirse resarcido de algún modo.

domingo, 30 de mayo de 2010

Culpable V

Avión, sí, había dicho avión. Le llevaban lejos, sin duda. Y no podía llevarse el teléfono. ¿Cómo iba a comunicarse con quienes pudieran ayudarle? Le secuestraban en su propio domicilio, en medio de la noche, le acusaban de haberle cortado las piernas a una persona que le había sido ajena hasta el preciso instante de entrar por la puerta de su casa. Se lo llevaban, le habían cogido por debajo de los brazos; no le habían esposado, pero le habían vestido y se lo llevaban por las axilas. Entraría en colapso de un momento a otro, podía sentir cómo su corazón amenazaba con dejar de funcionar en cualquier momento, cómo golpeaba su caja torácica intentando quitarse la vida, quitarle la vida.

Despertó cuando el avión tomaba tierra, en una especie de páramo muerto toscamente allanado, y ocupado por militares. Sin duda, había sido sedado de algún modo. Era un avión de carga el que les había llevado hasta allí. Unos cuantos asientos y varios sacos de algo al fondo. Nada más pisar tierra vomitó. Nadie se sorprendió de ello, se hacían cargo de que la situación era irregular, así que ni mudaron el gesto. Tampoco hicieron nada por aligerarle el trance. Esperaron sin más. Luego subieron todos a un jeep militar, y atravesaron la agreste llanura que era el aeropuerto.

- ¿Dónde estamos?

- En África.

- ¿Podría concretar más?

El hombre de gris oscuro se encogió de hombros con desgana.

- ¿Para qué?

sábado, 29 de mayo de 2010

Culpable IV

Se aceleró su pulso, y las manos temblaron más, se dejó caer en un sillón, y un bochorno insoportable le invadió hasta el último poro. Luego el frío, que le dejó insensible y adormecido durante escasos segundos.

- Esto es absurdo… yo no he hecho nada…

El hombre de gris oscuro miró a su compañero.

- Que pase el hombre sin piernas.

Felipe miró súbitamente la puerta. Dos hombres de color entraron como pudieron, portaban una especie de silla en la que estaba sentado el hombre sin piernas. También era de color.

- Yo… yo no he visto a este hombre en mi vida.

- Lamentablemente, no haberle visto no le exonera de su culpa. Le ha hecho daño igualmente.

Los dos hombres acompañaron a Felipe hasta su habitación y le ayudaron, primero a desvestirse, luego a vestirse. Se dejó hacer, inmerso en una especie de estado de shock.

Cuando ya se disponían a salir, Felipe se volvió para coger su móvil. El hombre sin piernas gritó, un sonido extraño, ininteligible para Felipe, pero que le asustó tanto que soltó el aparato comprendiendo de manera inconsciente que haber agarrado el móvil había sido la causa del sobresalto del hombre sin piernas.

El hombre de gris oscuro se apresuró a aclarar el asunto.

- Lo siento, la orden dice que en la hora de la detención las actuaciones del acusado serán frenadas por los agentes.

- ¿Qué tiene eso que ver con mi móvil?

- Le prometo que lo entenderá todo cuando el avión aterrice.

viernes, 28 de mayo de 2010

Culpable. Parte III

- Debería coger algunas cosas, nos espera un largo viaje.

- ¿A dónde? ¿Quiénes son ustedes? Márchense de mi casa o empezaré a gritar pidiendo ayuda.

El hombre de gris oscuro miró a su compañero.

- Le diré que tiene usted un juicio pendiente.

- ¿Un juicio, yo? Si yo no he hecho nada.

El hombre de gris oscuro… esbozó una sonrisa. Se levantó de pronto y le asió por el brazo. Felipe se sacudió con rabia.

- No me toque.- Y cumplió su amenaza de empezar a gritar.

- ¡Márchense de mi casa o llamaré a la policía!

El hombre de gris se rascó el mentón, el ruido de la barba que se abría paso entre la piel hizo un carraspeo estruendoso en el silencio de la noche.

- Debe acompañarnos, lo siento.

- No pienso ir a ningún sitio. ¿Tiene una orden de… arresto?

- Bueno, llevo una orden de extradición, ¿le sirve?

Sacó un papel blanco del bolsillo interior de su chaqueta y se lo tendió. Felipe lo leyó nervioso, le temblaban las manos:

“Orden de extradición para el sr. Felipe Román, nº de identificación: xxx, residente en xxx. Deberá acompañar a nuestros agentes al país que presenta la acusación y presenciar con sus ojos las consecuencias de sus actuaciones. Nuestros agentes deberán explicarle de una forma coherente durante todo el transcurso del viaje aquello que el acusado no sea capaz percibir con sus propios ojos. El hombre sin piernas les acompañará hasta la llegada al punto de destino en representación de los demandantes, tanto de los que siguen con vida como de los que han muerto a la fecha de la redacción de esta orden, así como de los fallecidos o afectados hasta la hora justa de la detención, en que las actuaciones del acusado serán frenadas por nuestros agentes.”

Gracias por su tiempo.

jueves, 27 de mayo de 2010

Culpable. Parte II

- ¿Es usted Felipe Román?

Felipe, que era él, se restregó los ojos y se ajustó la bata sobre el pijama de felpa. Ante la ausencia de respuesta, el hombre de gris oscuro volvió a preguntar. Exhibía una identificación en la mano, una especie de carnet de identidad.

- ¿Es usted Felipe Román?

- ¿Qué ocurre?

- ¿Es usted…

- Sí, sí, soy yo.

- Debe acompañarme.

- ¿Acompañarle? ¿Sabe qué hora es?

El hombre guardó silencio y repitió su última frase.

- ¿Qué pasa? ¿Por qué debo acompañarle?

- Está usted acusado.

Felipe volvió a restregase los ojos, estaba muy cansado. Había trabajado hasta muy tarde preparando una charla y apenas si sostenía la cabeza sobre los hombros.

- ¿Acusado de qué? Yo no he hecho nada.

- No se precipite en juzgarse.

- Oiga… - e intentó cerrar la puerta, pero el tipo de gris oscuro interpuso un pie.

Otro hombre se dejó ver a un lado del quicio, se había mantenido oculto. El hombre de gris oscuro se abrió paso y entró en la casa. Pasó apenas unos segundos escudriñando todo cuanto veía. Era alto y de mirada terrible y sombría. Tomó asiento y el otro hombre atravesó la puerta y se hizo a un lado, custodiándola, pero no la cerró. La preocupación de Felipe ante la extraña situación comenzaba a pesar. Se sintió más despierto que nunca, aunque no estaba seguro de estarlo a su vida cotidiana.

Gracias por tiempo.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Culpable. Parte I

Con todo esto de los vertidos y el mundo que anda más en estilo mariposa que a grandes brazadas, se me ocurre hacerles partícipes de un cuentecillo que escribí hará ya unos dos años, y que anda criando polvo (por no decir malvas), en mi disco duro, como tantas otras cosas que tengo en mi portátil sembradas. Les advierto que no es agradable a los ojos sensibles, pero tampoco se revuelca en el mal gusto. Lo haré por entregas porque, aunque sólo tenga unas doce páginas, es largo para una columna.

Me dejo ya de introducciones y aquí les largo unos párrafos. Pasen y lean, si gustan. Se titula “Culpable”.

¿Han oído el timbre de sus casas a las cinco de la mañana? Espero que no. El zumbido es similar, igual. Pero no la forma en que resuena en sus oídos. Algunos ya nunca lo olvidan, se queda en ellos como una huella impresa en el vacío, como el miedo ancestral que despierta de manera imperceptible todas y cada una de las veces en que oyen ese mismo timbre el resto de sus vidas, y no sólo en sus propias casas. Es el sabor de lo que vino después, lo que les llega al paladar una y otra vez, de manera infinita, repetitiva, hasta la muerte.

Si suena el timbre… hay que abrir la puerta.

Gracias por tiempo.

martes, 25 de mayo de 2010

El pajarito de ayer

¿Qué ha pasado hoy en el mundo occidental? ¿Ustedes se han parado a escuchar? Yo no. Debería dar un vistazo al menos a la prensa digital.

Ah, han empezado. Noticias de mis grandes amigos “los deportistas de élite”, abucheos en la sesión de control al Gobierno, un nuevo vertido en Singapur…

Suficiente.

A estas alturas de la tarde, con tres cafés en el cuerpo, cuatro comidas y a esta hora tan tonta que es las siete de la tarde, soy incapaz de digerir más de tres titulares seguidos, no digamos ya el desarrollo de cualquier noticia en sí.

Quizá se pregunten angustiados qué ha sido de mi pajarito, el que ayer salvé de las garras de cualquier gato callejero, condenando a éste último a un ayuno ya sospechado, aunque no confirmado (así es la vida de gato callejero). Ha fallecido. Pero ya lo sabían, y si no, serían los únicos, porque fuera cual fuere el lugar en que dije ayer que había salvado a un pajarito en la calle, la respuesta era la misma: se morirá. A pesar de que decidió vivir, adaptarse a su nueva vida entre barrotes, a pesar de haber comido la fruta que se le ofrecía y deleitarnos con varios graznidos nada alarmantes, sino más bien reconfortantes… falleció hacia la media noche. Da qué pensar.

Gracias por su tiempo.

lunes, 24 de mayo de 2010

El pajarito caído

Terminaban las noticias cuando he llegado. Lo que he visto poco o nada me ha transmitido, cositas sobre tenis. Algo raro tengo, amigos míos, cuando no consigo conmoverme con las venturas y desventuras de nuestros deportistas. Del de la raqueta y de los de la moto. No crean que los desprecio, simplemente eso… no logran conmoverme.

Pero para que vean que mi alma no es de hielo, les diré que hoy he salvado a un pajarito de ser el almuerzo de algún gato callejero, que según se mire, ha sido una mala acción por privar de la vianda al gatito, que también es una criatura. En cualquier caso, el bicho ha sido debidamente instalado en un nuevo hogar en el que ha comido manzana apenas ha deshecho la maleta. También nos ha obsequiado con un graznido tan desagradable que haría llorar a los mismos angelitos del cielo.

En la vida ocurre igual, cuando se nos cierra una puerta… se nos abre la de una jaula. Y se cierra detrás de nosotros, como está mandado. Si somos listos, nos comemos la manzana y graznamos de vez en cuando, para que se sepa que agradecemos la fruta. Eso, por supuesto, no quita, que soñemos con pillar cualquier día la puerta abierta.

Gracias por su tiempo.

domingo, 23 de mayo de 2010

Papá y mamá ya no se quieren

¿No se sienten un poco así cuando ven las noticias económicas? Cuando Cospedal replica lo que ha dicho Zapatero, o Rajoy habla a los medios (Rajoy, a quién los micrófonos tienen especial querencia), y exige entre vítores de sus seguidores que el presidente sea “honesto” y deje… ya saben, la presidencia. O cuando en el Congreso juegan a “me pongo de pie, me vuelvo a sentar”, seguro que piensan eso, que mamá y papá ya no se quieren.

Mamá y papá no se aman, no, ni siquiera se toleran. A mí me recuerda a esas discusiones que en ocasiones escuchaba en casa, tan terribles para mi oído infantil y que, afortunadamente, no quedaron en nada.

Asistimos mudos a la contienda, porque sólo las urnas nos dan la palabra, para luego silenciarnos, y asistir indolentes a este partido de tenis inacabable, soporífero, en que nadie parece solucionar nada, en que se ahogan los ánimos del ciudadano, escasamente revividos cuando escuchan una propuesta nueva que quizá, y sólo quizá, sea una solución transitoria a las circunstancias. El político que sale a la palestra y critica, pero no argumenta, se limita a decir “yo soy mejor”, a quien poco importa elevar sus soluciones al lenguaje del ciudadano que espera cierta protección de quien toque, venga de la derecha o de la izquierda, ese político sigue una corriente equivocada.

La ciudadanía está triste, es el mundo occidental, “tengo menos, me entristezco”, “no tengo nada, a dónde voy a regresar”. Queremos, señores políticos, un poco de calma, una pizca de esperanza, una chispa de ilusión. Aunque papá y mamá ya no se quieran, esperamos que al menos se comporten como personas civilizadas.

Gracias por su tiempo.

sábado, 22 de mayo de 2010

Venecia

Hace un año justo que pisé Venecia. Quizá por eso he recordado que escribí lo que hoy les pongo, a mi regreso. Aquí lo dejo, no por ahorrarme un rato de escritura (o escribanía que decía mi madre), si anduvieran por mi disco duro verían que retales sueltos no me faltan ni ganas de ir sembrando la vida con palabras escritas.

Qué bonita es Venecia, para el ojo enamorado. En mayo. Treinta grados a la sombra, y un nivel de humedad que traspasa mi mundo conocido. Bonita, sí. Con los surcos de agua insalubre que la sangran a cada paso. Bonita. Con el despliegue de turistas que la asolan con los ojos, queriendo robarle esa belleza, imaginando dejar su impronta en cualquier rincón de la ciudad, rasgar una esquina, marcar un portal con un lápiz: “Yo estuve en Venecia”.

Muy bella. Se acumulan, desordenadas, las tiendecitas, unas con otras, impidiendo que la ciudad, el paisano, respire. Hay que vivir del turista, y el turista… quiere vivir Venecia. “Españolo?, english?” Es igual, se amontonan las caras de cansancio y avidez por doquier. Se tropieza mucho, pero nunca con un veneciano. Este puente es tal, y aquel otro no sé cuál. Venecia, a pie, una sorpresa desesperada de imágenes desordenadas y semejantes que se acumulan en el ojo, y que no se entienden hasta varios días después.

Venecia, dos mil euros de alquiler por un piso de cincuenta metros, y un solo barrio, Rialto, en el que encontrar una panadería, una mercería…

Yo misma he formado parte de esa marabunta de extranjeros que se apuntan Venecia con una muesca en forma de innumerables fotos, que más tarde miraré con la sensación de no haberlo vivido. La mano, señores, es más rápida que la vista.

He sido testigo… del amanecer en Venecia. Desde el privilegiado puesto de vigía de la inmensa cubierta de un barco de varios pisos, he visto cómo el sol rompía Venecia en innumerables matices de luz blanca. No sabía que hubiera tantos. Le he visto comerse las cúpulas y beberse el agua, a las siete de la mañana. La mano del sol fue tan rápida como mi vista, no más. Y me sirvió en bandeja el baño cálido de una mañana radiante sacada de una postal de verano. Sé que se detuvo el tiempo a mi paso. El puerto de Venecia, a las siete de la mañana, te apuñala el alma y ya nunca te recuperas. Te sumerges en un cuento, carente de la realidad de cientos de personas andando sus calles, asomándose a sus canales con la constante sensación amarga de que el tiempo se les acaba, más rápido, si cabe, que el de sus propias vidas. En realidad no tengo palabras para describir el amanecer en Venecia.

Llegó la puesta de sol, rica en matices, incomparable en belleza también, pero con la promesa cierta que da la decepción de que mañana amanecerá sin mí.”

Gracias por su tiempo.

viernes, 21 de mayo de 2010

Opaco o Francisco

¿Han visto como los españoles no pierden el buen humor? Este titular que indico es el chistecito que se permitía hacer el señor Camps. Señor sindicalista protagonista de mi columna del viernes pasado, espero que lo haya visto en las noticias, los funcionarios no pierden la sonrisa, al menos algunos. Ummmm, ¿el presidente de una comunidad es un funcionario?, ¿a ellos les afecta la reducción? Oh, me queda tanto por aprender… Y no crean, no desdeño la posibilidad de cualquier aprendizaje, ni considero ningún aprendizaje inútil o malo. Abro las puertas de mi conciencia a todo aquello que quieran enseñarme.

Cambiando el registro, que lo de los trajes (y los trujes) ya está muy trillado. Han creado la primera célula artificial. Dicen que les ha costado barato, unos cuarenta millones de dólares, la mitad de lo que cuesta fichar a Ronaldo. ¿Lo sabían? Hay cifras que yo no manejo ni por aproximación. Ni la una ni la otra.

Acabo de poner en el Google la expresión “célula artificial”, y adivinen… el primer enlace “reza” (y nunca mejor dicho): “La Iglesia cree que…”, a continuación me he tapado la boca, porque sigue así: “…el descubrimiento de la célula artificial es obra de Dios”. Me parece que así intentan vestirse a la moda, con el cuerpo lleno de barro por los escándalos de pederastia, sucios... pero vestidos a la moda.

Gracias por su tiempo.

jueves, 20 de mayo de 2010

El vestidor opaco

Hoy miraba yo la apariencia sosegada del señor Camps. Su sonrisa Binaca, su tez morena carente de brillos, la proporción de sus medidas. A mí también me dan ganas de regalarle un traje (los luce bien el bendito), con independencia de actuación pública del susodicho por motivo de tal regalo, que sería lo malo del caso. Por lo demás, queden tranquilos, le pueden llenar el armario a quien les plazca. O no, porque aún no habiendo actuación pública en el momento del regalo, es posible presumir intencionalidad de meter en “nómina” al cargo público en cuestión. A ver qué hacen con sus regalos de Navidad. Cuanto más escribo más me parezco a ellos, así que cambiemos ligeramente el tercio.

He leído la noticia detenidamente en prensa digital. Me pierdo. Al parecer… las investigaciones apuntan a que las prendas se entregaron de forma repetida y con aparente (ojo a la palabreja) opacidad. Opacidad. ¿Afán de ocultación? ¿Sólo a mí me resulta extraña esa palabra ahí en medio? Claro que si sigo leyendo la cosa se complica entre cohechos, causalidades de actuaciones públicas y demás gaitas. Qué les voy a contar, el jurídico es un idioma en sí, lo de la jerga habrá que dejarlo para los toros. Aunque ya podían traducirlo en prensa para los que no vamos a tomarnos el bocata a las audiencias públicas.

Retomando un día más mi tema favorito: la muerte negra. La fuga deja escapar no sé cuántos miles de barriles de crudo diarios, a más de uno le estarán cayendo lágrimas vivas al traducirlos a dólares perdidos. Ni se saben los daños, ni habrá quien los calcule, estando la fuga donde está. Y para qué, ojos que no ven… A los peces se les va a poner bien morena la barriguita este verano.

Gracias por tiempo.

miércoles, 19 de mayo de 2010

La locura existe

"Una mujer mata a sus dos hijos en Lloret."

Hoy, visto lo visto, me decanto por el silencio.

Perdónenme si en esta ocasión me abstengo de hacerles reír. La locura existe, y debe ser un profundo pozo de desesperación y gritos ahogados.

Gracias por su tiempo.

martes, 18 de mayo de 2010

Cada cosa en su lugar

Hoy no tengo más noticias que ver, porque ya me he decidido viendo la espalda recta, el empaque justo, del señor Garzón cuando recibía su premio en Francia.
Que no vengo aquí a juzgar ni a sacar defensa de lo que ya será juzgado y defendido, ni a sacarle brillo a lo que ya resplandece por propia naturaleza.
Leyendo las palabras de este juez en suspensión cautelar uno se da cuenta de la expresión del justo, de la tranquilidad de quien se sabe en paz consigo mismo. Y del respeto y pleitesía que se le debe a quien así habla o así es capaz de engañar, si es que miente.
Quisiera hoy ponerme un sombrero con tal de poder quitármelo ante sus palabras, que no trascribo porque para eso ya tienen ustedes sus dedos y un google a mano. No merece la pena alargar esta columna con lo que ya hay por ahí escrito.
Sálvese quien pueda de su propia conciencia, ojalá la penitencia les sea suficiente porque, como a mí tanto me gusta decir, a veces la vida se nos queda larga como para arrastrar tanto lastre.
Hoy no he seguido la trayectoria de las corrientes que acunan la muerte negra en Méjico, quizá porque he empezado también a enfermar.

Gracias por su tiempo.

lunes, 17 de mayo de 2010

Arrieritos somos

Que hoy la prensa norteamericana (y lo digo así, y no estadounidense, como en aquellas fantásticas traducciones de las películas de Cary Grant en que esgrimía aquel gentilicio con poderío y soberbia, como carta de presentación que da derecho a todo) se sonreía por la debilidad del euro.

Bueno, qué decir. Pues la Mercedes dice que ha subido las exportaciones a Norteamérica, cómo no. Desde cuando no se beneficiaba de una subida en las ventas motivada por la depreciación de la propia moneda… ni se acuerdan, todos hemos perdido mucha memoria a lo largo de este escalón sin peldaño que es la situación económico-financiera que vivimos.

Y al menos nos toca vivir, no como a los peces del Golfo de Méjico. Ahí andan los científicos medio descolocados a ver si adivinan qué hará tal o cuál corriente oceánica, a dónde se irá la muerte negra, si llegará a las costas de (nuevamente) Norteamérica. Serían palabras mayores, señores, palabras mayores, y que me disculpen los países en “vías de desarrollo”. Cuando se toca la salud de occidente, la tos suena más grave (o más fuerte).

Cómo una empresa petrolífera anda alegremente por el mundo sin un plan de actuación en caso de vertido es asunto que yo ni debato, porque sería un hilo del que tirar con demasiados cabos.

Este es el mundo en que vivimos señores.

En el camino nos encontraremos.

Gracias por su tiempo.

domingo, 16 de mayo de 2010

Oportunismo a la carta

De las muchas maldiciones que he conseguido echarme a los hombros a lo largo de mi improductiva vida, ésta de verme las noticias me temo que va a ser de las más pesadas. Pongo mi canal para verlas, dejé ayer el día en claro, porque me dio la gana, como ya dije, y me encuentro que se debate en el mismo punto lo que ya se debatió… en ese mismo punto.

A Bambi, señores, se le atragantan las palabras, se le nota al hombre que le cuesta. Pero ahí están los otros, al acecho, tan oportunos, exigiendo que seamos todos quienes decidamos, retrasando el retraso, ralentizando esta carrera europea de caracoles en “a ver quién se arruina antes o consigue una huelga general primero”.

Cuando la pobreza entra por la puerta… ya saben, el amor salta por al ventana, si tiene a dónde ir, porque tal y como está la economía, el amor, si se acerca a la ventana… se queda en el alféizar.

Ganas de bromear no me faltan, como ven, costumbre mala o buena que arrastro desde niña, borracha como estaba siempre de risas de mi madre. Igual que al aficionado no le faltan de ver el partido de turno, llueva o truene. Creo que lo llaman “pasión”.

Ahí queda eso.

Gracias por su tiempo.

sábado, 15 de mayo de 2010

La vida obliga

Hoy me he saltado las noticias porque sí, porque me da la gana. De los cientos de estímulos que me rodean a diario y que me obligan a decidir una diminuta senda u otra, dentro del continuo bombardeo de mis sentidos, hoy, decido evitar las noticias, darle esquinazo al saltimbanquis de turno, ahorrarme la crítica en clave de sol, y venirles a explicar que estamos vivos. Ya sé que prometí verlas a diario y ofrecerles una visión, cuando menos fresca, de lo que dice el fresco de turno (perdón por repetirme pero la frase exigía acto de presencia de repetición, explicando así que la frescura de mis reflexiones viene dada por la temperatura de quien las motiva y no por un supuesto talento de mis dedos).

Les decía más arriba que la vida obliga. A levantarse por la mañana, aunque no se haya pegado ojo. A vestirse, a salir a la calle y a ver el mundo pasar. A despertarnos con una bofetada de sol si tenemos la precaución de levantar las persianas, o con la caricia tímida, pero desmedida, de la luz del día a través de las rendijas de las mismas.

Hay que ser valientes para echar a andar por las mañanas, para embestir a la incertidumbre de lo que ya damos por sentado y encajar las sorpresas que no hemos calculado. Pero también… para ser capaces de aprender lo ingenuos que somos, que cualquiera nos da tres vueltas y que la vida, en ocasiones, se nos queda larga.

Ayer tuve el honor de asistir a la presentación de un libro del señor Andrés Caparrós, Corazón de Golondrina. Al final de la charla ya andábamos entre amigos. Yo estaba en un rincón, para no ser muy vista, y cerca de la puerta, para tomarla rápido si se daba el caso, supongo... En un momento dado, el periodista me dijo algo así como “¿Y tú, que no has dicho nada?, a lo que respondí “no me gusta hablar”, “pues tienes pinta de tener mucho que decir”. Mis labios son mudos con demasiada frecuencia, quizá por eso aprendieron a hablar mis manos. La vida obliga, ya ven, a expresarse de un modo u otro, si quita los ojos, enseña a ver a los oídos. Así que debo agradecer el alegre desparpajo de mis dedos a la timidez infame de mis labios.

Ya saben, si me buscan, estaré en un rincón cerca de la puerta.

Gracias por su tiempo.

viernes, 14 de mayo de 2010

El silencio nos hace mártires

Soy escritora. Pero ante todo soy parada de larga duración. No sé a quién dirigirme esta mañana, y creo que en el fondo tampoco me importa mucho. A veces, con encontrar un recipiente en el que echar todo cuanto nos sobra es suficiente alivio aunque no proporcione la cura.
Esta mañana, mientras limpiaba mi casa, escuchaba a retales las noticias en la televisión, ese gran medio tan democrático que debería traducirnos la realidad social, quizás lo haga y yo no entienda ni el lenguaje de la calle, porque no consigo adolecer mi alma con la causa esgrimida por los sindicatos, viniendo ésta a ser: reducción de un 5% en el salario de los funcionarios. Claro... habrá movilizaciones, y cómo no, porque los que están trabajando tienen piernas (sindicatos), para movilizarse, e inmovilizarse en medio de una plaza donde más moleste su sombra. No consigo adolecer mi alma, no..., quizá al final del día llegue incluso a un conflicto con mi educación católica en que tan sabiamente (o no), nos inculcaron la compasión. ¿Se habla tanto de la congelación de las pensiones, como de la reducción del salario de los funcionarios? Es posible que no haya escogido el canal de televisión adecuado y haya otro levantado en pro de estos ciudadanos con mayor o menor capacidad adquisitiva. En cualquier caso, los parados no nos movilizamos, callamos, padecemos, cobramos la prestación social rezando por que la situación cambie antes de que dicha ayuda caduque. Somos el silencio de los ahogados, los mártires a nuestro pesar, ya que es el propio silencio de nuestras cuerdas vocales cortadas el que nos convierte en eso.
No sé nada de política, y es muy posible que salte a la vista al leer esta carta que dirijo a ustedes por no saber a quién dirigirme. Sé de arreglármelas como dicte la vida, y conste que no me hallo en una capa social de desvalidos, sino de "afronto la vida como puedo". Resumiendo esta protesta, que ya se alarga demasiado, escuchar a un sindicalista hace un rato decir que un funcionario prefiere una subida de un 15% en los impuestos a esa reducción del 5%, ha hecho que se me calienten los dedos. Decía este señor que habría que explicar a un bombero, a un policía, razones. También decía algo así como que sería difícil que nos atendieran ciertos trabajadores afectados sin que la sonrisa cayera de su boca. Miren ustedes que tienen oídos para los que andamos mudos, roncos, callados, silenciados o dormidos, yo sigo afrontando mi vida con una sonrisa en la boca, haya lo que haya en mi cuenta corriente, suban los impuestos que suban o procesen a los justos que procesen. He sufrido y sufro los rigores del invierno económico que parece no tocar a su fin, y ni un cinco por ciento de reducción en nada, ni una subida de impuestos de los que sea me borrará la sonrisa, y si lo hiciera, no me la borraría ejerciendo mi trabajo; en cualquier caso, si mañana me llega un trabajo, no me queda otra que agradecerlo a quién me lo dé, mi jefe, y a quienes me lo han proporcionado, el público a quienes atienda (si se diera el caso). Ah, el tema de una supuesta subida de impuestos en lugar de la reducción, sí..., más justa y equitativa, ¿no? Una subida de impuestos agravará aún más la situación de gente que como yo, parada de larga duración (perdón por repetir, pero ya no doy nada por dicho vista la mala memoria de la ciudadanía en general), decía... de gente que como yo vive del salario de otro porque la ayuda social se va reduciendo a la nada como un enfermo terminal, el salario de otro que a duras penas va saliendo, pero así no sólo serían los funcionarios los afectados, y ya se sabe: mal de muchos...
Para terminar quisiera decir que hay quien opina que la vida es justa a grandes rasgos, aunque esa lógica me parece a mí que sólo sirve para los miopes que no usan las lentes adecuadas.

Gracias por su tiempo.